martes, 24 de abril de 2007

Salvando al soldado Yomero

La altura era mucha. La acrofobia de Yomero se hacía presente más que nunca. Al frente tenían una cascada demasiado alta para saltar, y detrás de ellos, como a 80 metros sobre el lecho del río, la que acababan de librar. Ahora las opciones eran saltar otra vez, con el riesgo de que más adelante encontraran una cascada más alta e infranqueable para llegar a Nogales o, contrario a todas las expectativas, regresar el camino andado por el río, teniendo que subir las dos cascadas, hasta llegar a donde podrían volver a subir el cerro, pasar los túneles y puentes, y bajar para regresar a Mendoza.
La decisión no era fácil. Además, ya no era tan temprano como para pensarlo demasiado: la luz del sol no duraría mucho más tiempo.
"Saltamos" --dijo el Toka, "te juro que no hay más cascadas, además, ya debemos estar cerca".
"¿Cómo lo sabes?" --contestó Yomero, "¿bajaste alguna vez por aquí?"
"No, pero estoy casi seguro" --dijo el Toka.
Después de pensarlo por un momento, metido hasta el pecho en agua helada, con hambre y cansancio, Yomero tomó una determinación.
"Regresemos, no creo que sea buena idea seguir".
Y así comenzaron a caminar de regreso. El Toka señalaba a Yomero de cobarde, pero eso a Yomero no le preocupaba. Lo que si le preocupaba era cómo iban a subir por la cascada del tobogán. No sólo era bastante alta, sino que la fuerza del agua representaba un obstáculo mayor.
Al poco habían llegado. El Toka se metió en la fosa. Trataba de asirse a las paredes de roca para poder llegar a la base del tobogán, pero las rocas eran demasiado resbalosas. Del lado que el agua caía libremente, la pared de piedra tenía pequeñas salientes por las que Yomero intentaba subir.
Como las salientes eran muy pequeñas, Yomero avanzaba un poco en la pared, para luego resbalar y volver a caer al agua helada. En el otro lado, el Toka seguía tratando de llegar al tobogán, aún sin saber nadar. Los esfuerzos de ambos eran vanos. No había forma de subir.
Estuvieron un largo rato intentando antes de cambiar de lado. Yomero intentó entonces llegar al tobogán mientras el Toka trataba de subir por otro lado. Nuevamente sus esfuerzos fueron infructuosos. Ambos regresaron a la fosa y luego al lecho del río.
El frío comenzaba a producir estragos. No podían saber la hora, porque el reloj de Yomero había dejado de funcionar y el Toka nunca usaba [ni usa] reloj, pero seguramente ya era tarde.
Retomaron sus intentos. Otra vez Yomero por el lado del tobogán y el Toka por el otro.
Al fin Yomero consiguió subir un poco en el tobogán. La fuerza del agua trataba de lanzarlo abajo. Yomero estaba apenas subido en la parte mas baja de la resbaladilla de agua y el Toka había avanzado un buen tanto en la otra pared.
Caían y volvían a subir. La desesperación llenaba el corazón de Yomero. Y que decir del hambre.
"No podemos quedarnos atrapados aquí" --pensó. Y la idea de la muerte rondó su mente.
Y es que por ese río, bajan fuertes descargas de agua, que forman lo que la gente local conoce como 'venidas del río' o 'barrancadas'. Si en ese momento una gran descarga de agua se diera, las vidas de los aventureros se extinguirían.
Yomero casi llegaba a la mitad del tobogán pero no tenía fuerza suficiente para sostenerse. El agua le entraba por el cuello de la remera y le salía por las mangas del pantalón. Ya ni sentía el frío del líquido. En su mente sólo estaba la idea de llegar a la parte más alta. Pero la fuerza del agua lo venció otra vez.
Volvieron a cambiar de lado, pero después de poco tiempo se percataron de que la mayor probabilidad de triunfar era Yomero en el tobogán y el Toka en el lado 'seco'.
Estuvieron intentando por mucho tiempo. La luz era más debil. La hipotermia los hacía temblar sin control. La idea de encontrar algo que comer era ilógica.
Las fuerzas se les terminaban. Ambos regresaron al lecho del río.
"Quizás deberíamos continuar por el río, saltar la otra cascada y atenernos a lo que venga"-- dijo el Toka.
Yomero lo pensó. El miedo a las alturas estaba presente, pero también el miedo a morir ahí mismo.
"No creo que sea buena idea" --dijo Yomero, "ni siquiera sabemos si estamos lejos o cerca de Nogales".
Yomero comenzó a pensar en sus seres queridos.
¿Habría ya notado la Ru su ausencia? ¿Los demás compañeros de aventura habrían llegado ya a sus casas? ¿Los irían a buscar?
El Toka tampoco parecía muy tranquilo.
Sus voces comenzaron a quebrarse. La desesperación y el miedo los hacían decir incoherencias. La histeria amenazaba con llegar.
"¿Cómo nos vinimos a meter en esto?" -- masculló Yomero.
Continuará...

1 comentario:

Isaac dijo...

mmm :@ porque tantos continuara, ya estaba realmente emocionado leyendo :( ni modos, trendre que esperar otra semana, supongo...